Mi amigo, Antonio Vaquero Sánchez, me envía un artículo que escribió en el año 2006 para que lo lea, y dice que si me parece bien, lo pueda dar a conocer. Es por esto, por lo que creo que el mejor sito para que mi amigos puedan leerlo sin tener que mandárselo de uno a otro, es a través de mi blog. Y así también aprovecho, por qué no decirlo, para tener una nueva entrada, ya que hace bastante tiempo que no me dejo ver por aquí.
He de decir, que Antonio es Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Informática por la Universidad Politécnica de Madrid y Diplomado en Matemáticas Aplicadas por el Gobierno Francés. Pero también es un gran aficionado al flamenco, como veremos en su artículo.
A la memoria de José Agudo Sánchez, pinero de pro
Los hay. Hay gente de Pinos (cuando digo Pinos nada más, se sobreentiende Pinos Puente) no aficionada al flamenco, de ahora y de siempre. No será por falta de ambiente ¡Quién pudiera tener el privilegio de ser invitado a una boda gitana! Menos íntimamente, con frecuencia hay en Pinos circunstancias propicias a crear afición al flamenco.
Foto: Antonio Vaquero.
Me viene a la memoria uno de esos momentos mágicos que se dan de vez en cuando en el mundo gitano. Una madrugada, víspera de un día grande, creo que era el día de Reyes del año 1955, salíamos unos cuantos amigos, entre ellos mi primo Pepito Agudo, de la casa de Tomás Medina, un amigo donde los haya, en donde Habíamos pasado toda la noche de variada y jugosa tertulia. Nos dirigíamos a la tahona de Pepe Fuentes para rematar la faena con una roscas calientes que aplacaran los rugidos del estómago antes de acostarnos. Al ir a doblar la calle Real, para iniciar el camino del puente, vimos a un gitano, borrachico perdío, en la casica, tocando su guitarra y cantándole de frente a la Virgen. Nos quedamos petrificados. Y allí, agazapados, sin que se percatara de nuestra presencia, permanecimos hasta que terminó su canturreo. Entonces se echó la guitarra al hombro y se encaminó hacia Las Cuevas, con toda seguridad a dormir la mona en su chocica. No se me ha olvidado, ni creo que a ninguno de los que lo presenciamos.
Pero no sólo hay ambiente entre los gitanos, claro está. Entre los recuerdos más lejanos me parece, en la calle Real, muy cerca de la casa donde yo nací y viví hasta los ocho años, en la misma acera, la taberna de "Los Chicos", con una parte trasera en donde se reunían amigos y se tocaban piezas con guitarra, bandurria y laúd. ¡Que nunca se pierdan esas buenas costumbres! ¿Sabe hoy alguien qué es una bandurria? Estos tiempos apresurados no nos dejan sosiego para cultivar las buenas aficiones. Allí también se canturreaba flamenco. Mi padre no lo hacía mal, y otros. El inefable Paco Molina, corto de estatura y grande de corazón, gracioso y simpático como nadie, me sentaba en el mostrador de la taberna (yo tenía tres años) y me enseñaba coplas. Durante un tiempo me alejé de él y, cuando un día nos cruzamos en la calle, me dijo: Antoñito, ¿Por qué ahora no te quieres juntar conmigo? Yo le contesté: Porque dice mi mamá que me enseñas coplas marranas.Él se echó a reír y allí nos volvimos a arreglar, ya sin interrupción hasta su muerte, hace unos pocos años.
Mi afición al flamenco, nuestra afición al flamenco, como se ve, es temprana y tiene fundamentos.
En Pinos ha habido, y hay, grandes aficionados. Antonio Zafra Salinas, a quien yo llegué a conocer, está clasificado entre los más entendidos de su tiempo, atesorando una enciclopedia del cante antiguo en su cabeza. Máximo Sánchez Osuna, más joven que Antonio Zafra, contribuyó a sustentar el ambiente flamenco hacia mediados del siglopasado. De la estirpe de los Zafra, Antonio Zafra Espadafor sigue la estela de su padre en cuanto a conocimiento y Paco Baena Zafra es un baluarte con su guitarra y soporte a los jóvenes talentos. Mención especial merece Pepe Guardia, otro gran aficionado prematuramente desaparecido, que tanto contribuyó al ambiente flamenco en Pinos.
Pero si hay que señalar una estrella, por derecho propio brilla Pepe Agudo Sánchez, reconocido difusor e impulsor del flamenco, presidente que fue de la peña flamenca "La Parra" de Huétor Vega y de la asociación de peñas flamencas de la provincia de Granada, que acaba de dejarnos para reunirse con la Fernanda, Chocolate y El Turronero. menuda cosecha llevamos.
Mi afición al flamenco, nacida en Pinos, se consolidó en Madrid, a donde vine en 1956 a estudiar Ciencias Físicas, que entonces no se podía cursar en Granada. El flamenco venía padeciendo una fuerte crisis, cuya expresión pública más palpable fue la llamada "ópera flamenca". El auténtico flamenco languidecía. Madrid contribuyó sustancialmente a la recuperación, promoción y expansión del mismo. Los tablaos, los festivales y el ambiente flamenco de Madrid, con toda su pujanza socio económica y su potencia amplificadora, pasaron al arte flamenco de malvivir dependiendo de juergas de señoritos a vivir profesionalmente de una forma digna. El flamenco se dio a conocer en todo el mundo desde el foco de Madrid fundamentalmente, aunque no sólo.
Pero ¿qué es afición? Una noche, pongamos 1960, fuimos al tablao "Las Brujas" unos cuantos estudiantes. Yo aprovechaba el tiempo de estudio, antes que nada por mi propia dignidad. También era lo menos que podía hacer por mis padres, que habían accedido a desprenderse de su hijo mayor con la esperanza de un futuro diseñado por mí y arriesgado. Pero la vida tiene muchas facetas que se deben cultivar, independientemente de la profesión, como la afición al flamenco. Cuando estaba terminando el espectáculo, mientras cantaba "El Chato de la Isla", vino a sentarse a nuestra mesa Fosforito, nada menos, que ya había terminado su actuación, magistral. Antonio se había fijado en cómo le escuchábamos. No vino a ganar más duros con unos juerguistas adinerados.
Allí estuvimos conversando y, terminado el espectáculo, allí cantó a su aire, para nosotros y para él, agusto. Eso es afición.
Pero ¿qué es afición? Una noche, pongamos 1960, fuimos al tablao "Las Brujas" unos cuantos estudiantes. Yo aprovechaba el tiempo de estudio, antes que nada por mi propia dignidad. También era lo menos que podía hacer por mis padres, que habían accedido a desprenderse de su hijo mayor con la esperanza de un futuro diseñado por mí y arriesgado. Pero la vida tiene muchas facetas que se deben cultivar, independientemente de la profesión, como la afición al flamenco. Cuando estaba terminando el espectáculo, mientras cantaba "El Chato de la Isla", vino a sentarse a nuestra mesa Fosforito, nada menos, que ya había terminado su actuación, magistral. Antonio se había fijado en cómo le escuchábamos. No vino a ganar más duros con unos juerguistas adinerados.
Allí estuvimos conversando y, terminado el espectáculo, allí cantó a su aire, para nosotros y para él, agusto. Eso es afición.
"Las Brujas", como el mítico "Zambra", en donde Enrique Morente aprendía de Juan Varea y Pepe el de la Matrona, entre otros sabios, son tablaos que han configurado la historia del flamenco en Madrid, sin duda la más brillante de la historia del flamenco. Los festivales de Madrid y los espectáculos en teatros de Madrid también han contribuido a promover afición, por la dignidad con que se vienen concibiendo, la categoría de los artistas que son convocados y la tremenda exigencia que se imponen estos a sí mismo. En Madrid hasta el más grande se la juega. Y, ya es sabido, Madrid consagra. Hay que haber escuchado a Enrique en el "Johnny" para tener una idea acabada de lo que quiero decir. Permítaseme otro ejemplo luminoso. Yo tuve la enorme suerte de asistir al homenaje que se le tributó a Juan Talega en el año 1970 en el teatro de La Zarzuela. Un acontecimiento único en la historia del flamenco. Después de muchos artistas , todos excepcionales, todos exigiéndose a tope, salió a cantar un jovenzuelo. Los viejos aficionados se miraban torciendo el gesto, como diciendo "¿y éste qué pinta aquí?". El cantaor nuevo salió por alegrías. Lo recuerdo perfectamente. Nos puso el vello de punta. Le dicen "El Camarón de la Isla" susurro un viejo con los ojos húmedos. Precisamente Morente y El Camarón eran los dos ídolos de Pepe Agudo.
Pero siempre aprovecho en mi tierra, a la que acudo siempre que puedo, cualquier ocasión que se presenta. Recuerdo el homenaje que se le tributó al tocaor Vicente "El Granaíno" en la peña flamenca de Huétor Vega, siendo presidente de la misma mi primo Pepe. Estábamos con otro primo, Benigno Vaquero, también buen aficionado, y otros amigos.
Otras reuniones provechosas se celebran en la casa de Federico García Lorca de Valderrubio, organizadas por mi hermano Paco. Pero lo bueno viene después, en plan de amigos, con Antonio "El Chiringuito", "La Antonia", familia y aledaños. Antonio es arte puro. Con él se animan los muertos. Hasta a mí me hace cantar, que ya es hacer milagros. Yo he llevado amigos de Madrid allí y me han confesado que como una de esas reuniones no hay ningún espectáculo.
Por cierto que, cuando se menciona Valderrubio hablando de flamenco, hay que pararse para señalar la figura de Rafael Amargo, uno de los mejores bailaores que ha dado este país. Nacido en Pinos y consagrado en Madrid para el mundo.
Las ocasiones, si no se presenta espontáneamente, hay que buscarlas e incluso, cuando es posible, contribuir a gestarlas. Recuerdo cerrar una cueva del Sacromonte en exclusiva para un grupo de extranjeros y españoles asistentes a un Escuela de Verano de Informática celebrada en Granada en el año 1973. Llevamos a Victorino de Pinos como cantaor estrella. Cante gitano que hoy nadie se atreve a hacer, y menos como Victorino. Oídlo en la colección de Universal en el disco denominado "Maestros del cante granadino. Estremecedor. Es un orgullo par Pinos. Los extranjeros estaban atónitos. Aquella noche fue redonda porque tuvimos la suerte de que nos acompañara Luis Rosales, que era otro gran aficionado al flamenco y no acudía a cualquier reunión. Pero continuando con Madrid, no es de extrañar, dada su afición, que hayan ido naciendo peñas, casas y comunidades diversas donde se cultiva un ambiente auténticamente flamenco. Algunas de ellas no están dedicadas al flamenco en exclusiva pero éste juega un papel cultural importante en sus actividades. Así ha ocurrido en la tertulia "Amigos de Granada", creada con el auspicio de Víctor Berrio, otro pinero anclado en Madrid. La tertulia, mientras se mantuvo dinámicamente activa, dedicó al flamenco granadino la atención que merece, sobre todo a través de la afición, el conocimiento y la generosidad del flamencólogo Manuel López Rodríguez, que fue director de la Junta de Energía Nuclear, autor del trabajos y libros de flamenco imprescindibles. Ya veis que flamenco y Ciencia son compatibles.
Por cierto que la tertulia vino a Granada a entregar su premio anual a Enrique Morente, Juan Habichuela y Mariquilla en el Ayuntamiento de Granada. La última vez que vi a Mariquilla fue en el funeral de mi primo Pepe. Los flamencos son así. Hay que saber estar a las duras y a las maduras.
Y así seguimos.
Antonio Vaquero Sánches
Octubre de 2006
Glorieta de Bilbao Madrid
Pero siempre aprovecho en mi tierra, a la que acudo siempre que puedo, cualquier ocasión que se presenta. Recuerdo el homenaje que se le tributó al tocaor Vicente "El Granaíno" en la peña flamenca de Huétor Vega, siendo presidente de la misma mi primo Pepe. Estábamos con otro primo, Benigno Vaquero, también buen aficionado, y otros amigos.
Otras reuniones provechosas se celebran en la casa de Federico García Lorca de Valderrubio, organizadas por mi hermano Paco. Pero lo bueno viene después, en plan de amigos, con Antonio "El Chiringuito", "La Antonia", familia y aledaños. Antonio es arte puro. Con él se animan los muertos. Hasta a mí me hace cantar, que ya es hacer milagros. Yo he llevado amigos de Madrid allí y me han confesado que como una de esas reuniones no hay ningún espectáculo.
Por cierto que, cuando se menciona Valderrubio hablando de flamenco, hay que pararse para señalar la figura de Rafael Amargo, uno de los mejores bailaores que ha dado este país. Nacido en Pinos y consagrado en Madrid para el mundo.
Las ocasiones, si no se presenta espontáneamente, hay que buscarlas e incluso, cuando es posible, contribuir a gestarlas. Recuerdo cerrar una cueva del Sacromonte en exclusiva para un grupo de extranjeros y españoles asistentes a un Escuela de Verano de Informática celebrada en Granada en el año 1973. Llevamos a Victorino de Pinos como cantaor estrella. Cante gitano que hoy nadie se atreve a hacer, y menos como Victorino. Oídlo en la colección de Universal en el disco denominado "Maestros del cante granadino. Estremecedor. Es un orgullo par Pinos. Los extranjeros estaban atónitos. Aquella noche fue redonda porque tuvimos la suerte de que nos acompañara Luis Rosales, que era otro gran aficionado al flamenco y no acudía a cualquier reunión. Pero continuando con Madrid, no es de extrañar, dada su afición, que hayan ido naciendo peñas, casas y comunidades diversas donde se cultiva un ambiente auténticamente flamenco. Algunas de ellas no están dedicadas al flamenco en exclusiva pero éste juega un papel cultural importante en sus actividades. Así ha ocurrido en la tertulia "Amigos de Granada", creada con el auspicio de Víctor Berrio, otro pinero anclado en Madrid. La tertulia, mientras se mantuvo dinámicamente activa, dedicó al flamenco granadino la atención que merece, sobre todo a través de la afición, el conocimiento y la generosidad del flamencólogo Manuel López Rodríguez, que fue director de la Junta de Energía Nuclear, autor del trabajos y libros de flamenco imprescindibles. Ya veis que flamenco y Ciencia son compatibles.
Por cierto que la tertulia vino a Granada a entregar su premio anual a Enrique Morente, Juan Habichuela y Mariquilla en el Ayuntamiento de Granada. La última vez que vi a Mariquilla fue en el funeral de mi primo Pepe. Los flamencos son así. Hay que saber estar a las duras y a las maduras.
Y así seguimos.
Antonio Vaquero Sánches
Octubre de 2006
Glorieta de Bilbao Madrid